Tan sencillo como divertido salimos de la cocina con ganas de jugar.
Las chicas habían preparado unos
cubatas y se habían hecho un porro, así que empezamos a contarles el juego, ellas estaban sentadas en el colchón frente a la chimenea, yo sentado en una silla y Carlos en pie explicando la trama, que era muy simple.
- Mirad chicas, os
tapáis con esta manta, y
tenéis que ir diciendo prendas hasta que
acertéis con la que es, si no es la que nosotros tenemos escrita en este papel,
debéis entregárnosla.
La idea era que la prenda que nosotros debíamos escribir era la manta, pero en un giro genial de nuestro propósito, el mecánico me dijo en la cocina que
pusiéramos los pendientes y
dejáramos a las chicas en bolas, y así lo escribimos.
Empezamos a jugar, Carlos se sentó a mi lado, teníamos a las dos chicas tapadas hasta el cuello en un colchón, con una chimenea que ambientaba y una tarde que se hacía noche que invitaba a quedarnos en el hogar y disfrutar de nuestros juegos.
Poco a poco iban diciendo prendas que al unísono nos entregaban, las risas nerviosas y las miradas cómplices volaban en la habitación.
- ¡El sujetador!, dijo Carmen. No, no le dijo su chico con cara socarrona.
Con gran habilidad se quitaron sus prendas y Carmen me tiró su gran sujetador, era enorme y estaba caliente. Alba hizo lo propio con Carlos, Alba tiene unos pechos pequeños, acorde con su cuerpo, su sujetador negro de encajes cayó en la cara de Carlos que no dudó en olerlo con aspavientos.
- ¡
Ummm que bien
huele!, todos
reímos y Alba dijo:
-¿No serán los
tanguitas?...
- Prenda, salió por mi boca.
Todos me miraron y me ruboricé.
-Tampoco es el
tanguita, dije poco convencido.
Carlos salió a mi rescate y dijo:
- Venga chicas, el juego es el juego.
En el proceso de quitarse el tanga, a mi chica se le vieron los pechos, sus
tetitas quedaron al aire y
Carlos pudo observar los grandes pezones y la aureola oscura que coronaban aquellas
montañitas. Eso me excitó, Carlos no le quitó ojo y pude notar como su pantalón incrementaba aún
más la presión sobre sus partes.
Bueno, pues se acabó, propuso Carmen con cara de pena.
¡Como que se acabó!, exclamó Carlos, aún no
habéis acertado...venga chicas, que no decaiga la fiesta.
-No nos quedan más prendas, protestó Alba.
-¿Seguro? ,
inquirió Carlos tocando la manta y poniendo cara de ganador de partida.
Las chicas rieron, y dijeron al unísono, -!La manta¡.
Rompimos todos a
reír y
Carlos y yo nos miramos, las miramos a ellas y dijimos.
-No, tampoco es la manta.
Las chicas dejaron de
reír y antes que pudieran decir nada Carlos ya había jalado de ella y las había dejado desnudas.
Impresionante lo que vimos.
Carmen se tumbó para detrás e inhaló una calada del porro, sus pechos subieron y bajaron al ritmo de su calada, dos grandes tetas blancas y que a duras penas rompían los efectos de la gravedad, estaban coronadas por unas aureolas rosadas y casi difusas que se iban oscureciendo poco a poco hasta acabar en unos pezones que apenas se veían y que poco a poco
fueron agrandando hasta ser como dos granitos de lentejas.
Su sexo apenas estaba cubierto por una despoblada mata de pelos rubios y dos labios enormes que rebosaban por entre sus piernas.
Por contra, mi chica trataba de taparse poniendo aún mas morbo en la habitación, apenas podía cubrirse y al
ladearse dejaba ver su precioso y redondo culito.
-¡
Ufff, que calor! decía
Carlos a la vez que se desnudaba,
- Venga
Fran, que vas a criar ladillas...
Me desnudé con él, Carlos tenía un cuerpo musculoso, apenas tenía vellos en el cuerpo y su pubis lo llevaba recortado, haciendo que su miembro pareciera mayor de lo que era, aún no estaba excitado y las chicas le miraron con deseo, incluso Alba que poco a poco perdía la
vergüenza y ya mostraba su entrepierna sin tapujos depilada y recortada para otra ocasión más privada que se estaba tornando pública.
Vamos
Fran,
quitate los
calzoncillos y
dejanos ver que es eso tan enorme que escondes, dijo Carmen con visibles
síntomas de estar colocada.
Me baje los
boxer y deje al descubierto mi miembro.