Cerró el comic de Milo Manara titulado el Click, y su imaginación comenzó a volar soñando con el poder absoluto sobre las voluntades ajenas para abusar a su antojo de ellas.
Su triste vida no le daba muchas opciones, la naturaleza se había cebado en él, su cuerpo era esquelético, su pelo escaso y grasiento, su cara asimétrica hacía que el resto de personas le mirasen con recelo e intentaran huir de su compañía.
Vivía en una habitación tan desaliñada y desgravada como su propia persona, y en su mente solo cabía una idea. Poseer a una mujer.
Aquella noche su mente dejó de trazar la línea entre el bien y el mal, acababa de tomar una determinación, poseería a una mujer aunque fuese a la fuerza. Su cabeza comenzó a efervescer y a crear maléficas ideas, en todas acababa retozando con una joven.
Bajó la escaleras con la mirada vacía, deambuló por la ciudad sin rumbo fijo hasta que unas risas le sacaron de su ensimismamiento. Una chica se reía a mandíbula batiente de las bromas que le profería su compañero, no eran especialmente atractivos, pero ella lucía un gran escote que con el movimiento espasmódico de las risas se movía con voluptuosidad.
Una sonrisa maléfica se cruzó por su cara, comenzó a seguir a la pareja ajena del macabro futuro que le estaban labrando en la mente de aquel desgraciado psicópata.
Llegaron a una solitaria urbanización, y ambos entraron en la casa. Marcelo, que así se llamaba el contrahecho, decidió dar una vuelta a ver si encontraba alguna opción para entrar en el adosado.
De pronto, en una casa un poco más alejada se encendió una luz en el piso de arriba y se oyó el agua caer de una ducha, eso excitó de sobremanera al joven, que sin saber si quien allí se estaba lavando era hombre o mujer, anciano o niño decidió trepar para saciar su curiosidad y un morbo repentino que le había sacudido la entrepierna.
La adrenalina le dio fuerzas y valor para trepar hasta aquella ventana semi abierta y obtuvo su recompensa, una mujer de unos treintaycinco años se estaba desnudando frente al espejo mientras dejaba que de la ducha cayese agua para que alcanzase la temperatura idónea.
observó como aquella preciosidad se despojaba de toda su ropa, deslizando los dedos sobre las medias y enrollándolas con suavidad. Notó un estremecimiento de su abdomen al ver como de un solo gesto se desprendió de aquella camiseta y dejó al aire sus dos enormes pechos que lejos de caer se mantuvieron erguidos acabados en una aureola que apenas se distinguía del resto de su lechosa piel y en unos pezones casi insistentes. Al despojarse de su falda y su tanga, dejó al descubierto un sexo sin vello alguno que dejó a Marcelo sorprendido, ya que desconocía las artes depilatorias en las mujeres y pensaba que la profusión de vello púbico era lo normal.
Una vez que la chica se hubo metido en la ducha, se deslizó hasta la puerta y trazó su plan. Llamó insistentemente, oyó como cerraban el grifo y gritaban que tuviera paciencia.
Cometa
Hace 2 meses