sábado, 19 de diciembre de 2009

Sola



Todas las tardes acudía a aquella solitaria cala, se desnudaba y se sentaba a contemplar el mar. Por su mente discurrían todos los momentos allí compartidos.
Así, vio como su chico se desnudaba por primera vez en el mar, como ella le contemplaba también desnuda desde la orilla, las risas de él, sus miradas cómplices, como corría tras ella intentándola mojar con su cuerpo.
Una sonrisa se esbozaba en su rostro cuando llegaba a ese punto. Entonces, notaba nuevamente en sus piel la suave brisa del mar, se le erizaban los pezones al recordar el tacto frío del cuerpo de su amante y disfrutaba como aquella primera vez de los cálidos besos, de la fuerza de sus brazos rodeándola; traspasando la humedad y dejando como el calor del cuerpo humano se fundía en sus cuerpos. Las caricias de sus manos en su espalda, en su cuello, en sus nalgas,...
Retozaron durante todo un verano en aquella cala, las tardes pasaron sin prisas, se amaron y se prometieron amor eterno dejando como testigos de sus actos las paredes de roca, el cielo y al mar.
El cuerpo hercúleo de su amante reflejaba los rayos del sol, se tumbaba en la arena junto a ella y jugaba delicadamente con sus pezones. Le besaba mientras al oído le decía lo bella que era, cuanto la quería y deseaba que aquel momento fuese eterno.
Como aquel verano, ella acudía a su cita, depositaba su ropa cuidadosamente en la roca y se sentaba a esperar, a esperar que aquel mar que tanta felicidad les dio, le devolviese a su amado. Amante perdido mientras se bañaba, desapareció engullido por un mar celoso que no quiso ser testigo más veces de tanta felicidad. Un mar que no quiso llevársela a ella pero que la unió para siempre en su destino.
Cada anochecer se levantaba muy despacio, con lágrimas en los ojos se vestía y abandonaba la cala. Jamás de su boca salió un reproche, una mala palabra, solo le quedaba su recuerdo y esperar, esperar...

viernes, 18 de diciembre de 2009

La manta I

Aquel fin de semana nos fuimos las dos parejas a una casa en medio de la sierra, a las siete de la tarde ya había oscurecido y en el exterior hacía un frío aterrador. El calor de la chimenea era muy agradable, así que colocamos un colchón de matrimonio frente al fuego y allí nos pusimos los cuatro a tomar copas y disfrutar de la tarde del Sábado.
Me llamo Fran, tengo veintitres años y estudio derecho, soy alto, moreno y bien parecido. Mi novia se llama Alba, es una chica de piel blanca, bonito cuerpo y cara angelical. Con nosotros venían Carlos y Carmen, los CC, como le decíamos cuando nos referíamos a ellos. Carlos de 25 años, trabajaba en un taller de coches, algo mas bajo que yo, de piel blanca y muy musculoso, por contra, Carmen era delgada y con grandes pechos, rubita y muy guapa.
Alba y Carmen eran amigas de la facultad de filología, por eso nos conocíamos y habían ellas decidido este fin de semana en la sierra, los chicos las secundamos.
Carlos resultó ser un niño genial, simpático y alegre, así que congeniamos muy bien.
Allí estábamos los cuatro hablando y bebiendo cuando Carmen dijo,
-¿Jugamos a algo?.
Sí aprobamos todos, ingenuo de mí pensé que jugaríamos a algo inocente, así que sacamos las cartas y dijo Alba.
- ¿Hacemos lo de pasarnos las cartas con la boca?
- Venga dijo Carlos, pero es más interesante si nos tapamos los ojos.
- ¿Y como sabremos que es nuestro turno para recoger la carta? dije interesado más en jugar bien que en calentar la situación.
- Pues, nos damos las manos y cuando notemos el apretón nos inclinamos a recoger la carta de la boca del otro. Apuntó Carlos.
Las chicas estuvieron encantadas y volaron a buscar unos pañuelos para dejarnos invidentes.
Como no me gusta no ver que ocurre a mi alrededor, logre levantar un poco el pañuelo y así ver lo que ocurría a mi alrededor.
Nos sentamos en círculos con las manos cogidas, nos reímos muchos porque ellos no veían nada y se tocaban para darse las manos, Carlos tocó las piernas de ambas chicas más allá de los muslos y nos reímos mucho, ellos por la situación, yo porque los veía y me hacía gracia.
Comenzamos a jugar, nos apretábamos las manos cuando teníamos la carta y las pasábamos, a Carlos se le cayó un par de veces con su novia, pero cuando su chica me la estaba pasando a mí vi como Alba se inclinaba hacia Carlos y se daban un pico sin cartas.
- ¿Que pasaba?, ¿Lo habrían hecho a postas o habría sido una equivocación?,...
Al poco volvían a darse otro pico mientras Carmen me pasaba la carta, eso me alertó ya que esta vez mantuvieron sus labios más tiempo pegados.
Celoso dejé caer la carta y besé los labios de la chica, eran carnosos y suaves, aunque suene increíble, la chica respondió a mi beso y sacó la punta de su lengua que humedeció mis resecos labios. Consiguió, con ese pequeño gesto, provocarme una erección del miembro en décimas de segundo.
De pronto, Carlos dijo:
-Juguemos a otra cosa.
Creo que él también veía lo que ocurría y eso me azoró, perdí la erección tan rápida como había venido por la posible reacción del chico y quedé aturdido.
- ¿A qué jugamos ahora?, preguntó su chica visiblemente molesta por dejar ese juego que al parecer le estaba gustando.
- Ya vereis, dijo el chico.
- Esperad aquí, ven conmigo Fran, y nos dirigimos a la cocina.
Allí me contó el plan.